Fruta fresca
Después de vivir nueve años en casas o departamentos con únicamente un patio o un balcón, soy muy feliz de tener nuevamente un jardín que cuidar y disfrutar.
En la parte más alta de nuestro terreno hay varios árboles frutales que plantaron los dueños anteriores hace muchos años. Ahora nos toca a nosotros disfrutar el resultado de la planeación, cuidados y esfuerzos que otros realizaron.
Tenemos además un peral que crece contra la malla ciclónica que delimita esa parte del terreno y está recortado de forma que crezca solamente hacia los lados, como en dos dimensiones, para ocupar menos lugar. Este año sólo dio una pera que aún no estaba madura cuando tuvimos que regresar a Hong Kong, y cuando volvimos ya no estaba en el árbol.
También tenemos un manzano que da unas manzanas deliciosas, dulces, dulces. Desgraciadamente también la mayoría de éstas maduraron durante nuestra ausencia, y las encontramos todas en el suelo echadas a perder. Sólo se salvaron dos que disfrutamos como tentempié una mañanita soleada que pasamos trabajando en el jardín.
El día que fumos a ver la casa por primera vez, los dueños anteriores también nos mostraron muy orgullosos el jardín con sus árboles frutales, pero hubo uno del cual no supieron decirnos el nombre, y ni Ulises ni yo pudimos identificarlo.No fue hasta este año que descubrimos que se trata de un árbol de caquis, que en México también se conocen como pérsimos (del inglés persimmon). En portugués tiene un nombre muy simpático: dióspiro.
En otra zona del jardín hay dos arbolitos que tienen un aire de guayabos, pero se trata de feijoas. Esta planta es originaria de Brasil y también parece ser muy popular aquí en Portugal. La fruta es más o menos del tamaño de una guayaba verde pequeña, pero más alargada. No sé cómo describir el sabor porque definitivamente no sabe a guayaba; a mí no me gustó mucho porque se me hace muy perfumado pero a Ulises le ha encantado y todos los días se come dos o tres feijoas en el desayuno.
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