Regalo de la naturaleza

Casi todas las tardes, Ulises y yo salimos a caminar, a menos que sea uno de esos días en que no para de llover. A veces nos quedamos cerca de casa y damos una vuelta por la colonia o nos vamos por el bosque montaña arriba. En otras ocasiones vamos a la ecovía del litoral norte en la costa del Atlántico, o aquella que sigue el curso del Minho. Pero no importa a dónde vayamos, siempre procuramos caminar al menos 40 minutos.

En uno de nuestros paseos por la colonia, nos llamó la atención algo tirado en el suelo que parecía erizos miniatura. Resulta que eran castaña, y decidimos recoger algunas para llevar a casa.

En Hong Kong, en cuanto comenzaba la temporada de frío aparecían los carritos que vendían camotes, castañas y huevitos de codorniz y, si se me cruzaba uno en el camino, seguro que me paraba a comprar una bolsa de castañas calentitas. Normalmente me las comía inmediatamente, pero en ocasiones debía esperar hasta estar de vuelta en casa porque las manos me quedaban negras y ligermante pegajosas por la manera en que las cocinan.



Esa tarde, en cuanto llegamos a casa me puse a investigar cómo se preparan castañas en casa, y no es complicado, aunque sí algo laborioso. Después de lavarlas, hay que rajar la cáscara en forma de cruz antes de ponerlas a remojar en agua por al menos dos horas.

Luego se untan con un poco de aceite de oliva, se meten al horno por unos 25 minutos ¡y listo!

 

 


Lo malo es que quedaron tan ricas que se me olvidó tomarle fotos a las castañas cocidas, jeje.

Comments

Popular Posts